Allí estaba Lía, con las manos congeladas y las piernas dormidas por el frío, pero a pesar de ello, seguía de pie. No podía parar de pensar en lo que le había dicho su padre antes de que se marchara, mientras intentaba echarse vaho en las manos con el de fin de poder utilizarlas . Pero no salía vaho, le faltaba la respiración.
Intentaba dar un paso, pero no podía, intentaba gritar para pedir ayuda, pero tampoco era capaz. Su voz y sus pies estaban congelados; y no sólo por el frío, también por el miedo.
Estaba inmóvil en una llanura blanca, mirando con tristeza el cuerpo que yacía delante de ella. No podía para de pensar que, por su culpa (por querer ser guay), él estaba allí incosciente. Él era su padre.
. . . . . .
- ¡Papá, me da igual lo que digas, yo me voy a ir con mis amigos a esquiar!
- Pero, cariño, es peligroso. Nosotros vivimos en una casa de montaña, y como es invierno está todo nevado. ¿Por qué no aprovecháis y que tus amigos vengan aquí?
- ¡Porque eso no es guay!
- Venga, vale, pues ve, pero te acompaño.
- ¡UFF! Vale…
<< Después de un rato andando >>
- ¿Nos hemos perdido? - Dijo el padre.
- No, estoy siguiendo la ubicación que me han mandado mis amigos por el móvil.
- ¡Ah! Ya sé por dónde es, este camino lo conozco.
- No, papá. El camino que me han dicho mis amigos es mejor
. . . . . .
- No tengo cobertura – dijo Lía, - ¿Papá?
Cuando Lía se giró no vio a nadie, así que volvió tras sus pasos.
-¿Papá? ¡Papá! ¡Noooooo!
Y ahí fue cuando Lía se dio cuenta de que su padre yacía incosciente delante de ella.
Aún no sabe cómo ni por qué; lo único que se dice a si misma es:
- ¿Por qué?, ¿por qué no levanté la vista del móvil y seguí a mi padre por el camino que él dijo?
-¿Por qué?
Eso fue lo último que dijo, antes de que le diera un beso en el mejilla congelada a su padre.
Intentaba dar un paso, pero no podía, intentaba gritar para pedir ayuda, pero tampoco era capaz. Su voz y sus pies estaban congelados; y no sólo por el frío, también por el miedo.
Estaba inmóvil en una llanura blanca, mirando con tristeza el cuerpo que yacía delante de ella. No podía para de pensar que, por su culpa (por querer ser guay), él estaba allí incosciente. Él era su padre.
. . . . . .
- ¡Papá, me da igual lo que digas, yo me voy a ir con mis amigos a esquiar!
- Pero, cariño, es peligroso. Nosotros vivimos en una casa de montaña, y como es invierno está todo nevado. ¿Por qué no aprovecháis y que tus amigos vengan aquí?
- ¡Porque eso no es guay!
- Venga, vale, pues ve, pero te acompaño.
- ¡UFF! Vale…
<< Después de un rato andando >>
- ¿Nos hemos perdido? - Dijo el padre.
- No, estoy siguiendo la ubicación que me han mandado mis amigos por el móvil.
- ¡Ah! Ya sé por dónde es, este camino lo conozco.
- No, papá. El camino que me han dicho mis amigos es mejor
. . . . . .
- No tengo cobertura – dijo Lía, - ¿Papá?
Cuando Lía se giró no vio a nadie, así que volvió tras sus pasos.
-¿Papá? ¡Papá! ¡Noooooo!
Y ahí fue cuando Lía se dio cuenta de que su padre yacía incosciente delante de ella.
Aún no sabe cómo ni por qué; lo único que se dice a si misma es:
- ¿Por qué?, ¿por qué no levanté la vista del móvil y seguí a mi padre por el camino que él dijo?
-¿Por qué?
Eso fue lo último que dijo, antes de que le diera un beso en el mejilla congelada a su padre.
[Narración con título dado, escrita por Daniela Bernal, 1º ESO A]
No hay comentarios:
Publicar un comentario